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La tristeza de España no es perder.No se trata de perder. Se trata de cómo y por qué pierdes. Se trata de que habías tenido una idea, habías tenido el coraje de cambiar lo de siempre e ir hacia algo nuevo, creado por ti, con el orgullo de lo autóctono. Habías imaginado una nueva forma de jugar que te permitía salir del agujero en el que llevabas toda la vida. Habías deslumbrado, habías roto las leyes de la física, habías subyugado a los que nunca te miraron más que por encima del hombro. Te habías metido en la pomada y más que eso: la pomada eras tú. Y lo habías hecho con tus propios materiales, despreciados durante décadas para elevarse en una armonía y cadencia nunca vistas.
Habías enamorado y despertado la envidia y la admiración a partes iguales, habías enseñado el camino y te guardabas todavía algunas cartas bajo la manga.
Y nunca habías perdido aplicando tu medicina.
Pero has ido volviendo a lo que más te gusta: tirar lo conseguido, cansarte de ganar para poder dedicarte a quejarte por perder.
La solución la tienes al alcance, pero es más fuerte huir del aburrimiento. Porque todo te aburre: ganar, perder, qué más da si puedes tener un empedrado al que cargar todo.
No se trata de perder en el campo, sino de perder en la vida.
Y ahora, felizmente, puedes decir que vuelves a tu zona de confort, la del lamento irreflexivo en la que, tú bien lo sabes, es donde menos te aburres.